Kanye West, Bianca Censori, y el Sesgo Gamma: ¿Por qué los hombres son siempre los villanos del cuento?
¿Por qué se señaló a West como el culpable del escándalo? ¿Por qué la responsabilidad de Bianca Censori fue minimizada? La respuesta está en un sesgo cognitivo que distorsiona las cuestiones de género
Kanye es una persona mentalmente enferma cuya esposa tiene que desfilar desnuda para darle el tipo de atención que él necesita”
Comentó la escritora Batya Ungar, a raíz del escándalo que protagonizaron West y Bianca Censori en la carpeta roja de los Grammy de este año.
Bianca llegó a la ceremonia portando un afelpado abrigo negro, que al dejarlo caer al suelo, reveló su desnudez bajo un diminuto vestido transparente y la ausencia de ropa interior.
Curiosamente, aunque Censori causó el escándalo, Kanye fue quien se ganó el desprecio público.
Y, aun cuando esta controversia parece trivial, podríamos usarla para hablar de cuestiones más importantes. Por ejemplo, la asombrosa velocidad con la que aceptamos las narrativas que retratan a los hombres como abusadores y a las mujeres como víctimas pasivas e indefensas.
Podemos ver este fenómeno en todas las áreas de la vida, no solo en los decadentes escándalos mediáticos. Pero antes de proporcionar algunos ejemplos, me gustaría hablarte de una distorsión cognitiva que explica a la perfección este fenómeno:
El Sesgo Gamma (Gamma Bias)
El sesgo gamma fue propuesto por los psicólogos Martin Seager y John A. Barry en 2019, como parte de un estudio sobre distorsiones cognitivas en cuestiones de género.
El sesgo gamma se construye sobre otros dos sesgos de género previamente documentados en la literatura psicológica: el sesgo beta y el sesgo alfa.
→ El sesgo alfa se refiere a la tendencia a exagerar o magnificar las diferencias de género. Esta distorsión tiende a acentuar las desigualdades sociales entre hombres y mujeres.
Por ejemplo, la creencia de que las mujeres son, en promedio, más aptas para cuidar a los hijos contribuye a que las mujeres asuman una responsabilidad desproporcionada en la crianza. Pero también conduce a que los padres sean vistos como figuras prescindibles en la educación de los hijos.
→ El sesgo beta propone que algunas diferencias entre hombres y mujeres tienden a ser ignoradas, lo que podría llevar a tratar a ambos géneros como iguales.
No considerar estas diferencias provoca que esperemos resultados similares entre hombres y mujeres, en un mismo contexto.
Por ejemplo, en la educación asumimos que niños y niñas aprenden de la misma manera y con los mismos métodos académicos. La investigación, sin embargo, demuestra que los niños, en promedio, son más activos, disruptivos y tienden a tener más dificultades para regular su comportamiento.
Acerca de esto, Rob Henderson, escribió:
“Los investigadores han encontrado que el rasgo conocido como surgency (surgencia) —una combinación de alta actividad e impulsividad— muestra una gran diferencia entre sexos, con los niños obteniendo puntajes más altos que las niñas. Estos hallazgos probablemente ayudan a explicar por qué los niños enfrentan más problemas disciplinarios en la escuela.”
No diseñar métodos de educación basados en las características particulares de cada género podría estar detrás del hecho de que, desde hace tres décadas, los niños tengan peor desempeño académico que las niñas.
El sesgo beta teoriza que los niños tienden a ser culpados de su mal desempeño académico porque asumimos erróneamente que parten en igualdad de condiciones que las niñas.
El sesgo gamma, por otro lado, es una combinación de los sesgos alfa y beta y sugiere que algunas diferencias de género son minimizadas o invisibilizadas, mientras que otras, simultáneamente, son maximizadas o exageradas.
Específicamente, propone que el género masculino tiende a minimizarse en los dominios en los que los hombres padecen desventajas o realizan acciones positivas, pero se resalta en los ámbitos en los que ocupan posiciones ventajosas o perpetran daños.
En el caso femenino, ocurre lo opuesto: el género es enfatizado cuando las mujeres enfrentan desventajas o realizan acciones positivas, pero se le resta importancia en los contextos en los que ocupan posiciones ventajosas o actúan como agresoras.
Para entender mejor este fenómeno, Barry y Seager diseñaron la Matriz de Distorsión de Género.
Estas distorsiones, por supuesto, vienen con un costo. Tal como Barry y Seager postulan:
“Cuando las discusiones sobre género se distorsionan, deforman la narrativa y sesgan nuestras actitudes públicas, políticas y conversaciones acerca de los géneros. Como resultado del sesgo gamma generalizado, tendemos a creer que:
Los hombres son más dañinos que útiles.
Las mujeres son más útiles que dañinas.
Los hombres son más privilegiados que desfavorecidos.
Las mujeres son más desfavorecidas que privilegiadas.”
La controversia West-Censori, ilustra bien la forma en la que el sesgo gamma distorsiona los juicios que hacemos de hombres y mujeres:
Aun cuando West se limitó a mantenerse de pie frente a las cámaras, fue retratado como un abusador. Esto se alinea con la predicción del sesgo gamma, que plantea que en los escenarios negativos, la responsabilidad de los hombres tiende a ser exagerada.
Por otro lado, Bianca, quien causó el escándalo, fue representada como una víctima indefensa. Esto coincide con la predicción que postula que en estos ámbitos las acciones o la responsabilidad de las mujeres suelen ser minimizadas o ignoradas.
Aun más importante, el sesgo gamma no solo moldea nuestra percepción de eventos individuales, sino que influye en los juicios que formamos acerca de fenómenos complejos y a gran escala.
Consideremos, por ejemplo, el creciente fenómeno de los niños que se crían sin una figura paterna en casa. De acuerdo con los datos oficiales, se estima que el 40% de los hogares mexicanos carecen de un padre. La opinión pública tiende a asumir que los padres son los responsables de esta tragedia.
Sin embargo, cuando sopesamos esta suposición, advertimos su simplicidad:
Es indudable que, en un porcentaje de los casos, existen hombres irresponsables que abandonan el hogar y reniegan de sus obligaciones parentales. No obstante, las razones por las que un padre se ausenta de casa pueden ser variadas y no siempre son atribuibles a la incompetencia paterna.
Aunque la evidencia disponible varía, en la mayoría de las sociedades occidentales, se estima que alrededor del 70% de los divorcios son iniciados por las mujeres, y las razones para hacerlo, no tienen que ver con que el marido sea abusivo y golpeador.
En las encuestas sobre por qué las mujeres solicitan el divorcio, las respuestas suelen incluir: el aburrimiento, la tensión financiera, sentirse limitada en la carrera o en la vida, o la falta de comunicación.
Otra razón ilustrativa es el fenómeno conocido como alienación parental, en el que, tras una ruptura, un progenitor prohíbe a la otra parte tener contacto con los hijos o recurre a la manipulación para disuadir a los niños de ver a su padre o madre.
La evidencia demuestra que en más del 70% de los casos, las mujeres son quienes perpetran esta forma de abuso. Sin embargo, el sesgo gamma, nos llevan a maximizar la responsabilidad de los hombres y a minimizar la de las mujeres.
Aún más, solemos ver a las madres solteras como víctimas exclusivas de la opresión masculina, cuando en realidad nos enfrentamos a una situación compleja, en la que los hombres también pueden ser afectados y en donde los hijos son siempre las víctimas.
Hay otros ejemplos aún más complejos que pueden ser explicados con la matriz de distorsión de género. Un caso notable lo constituye el fenómeno del narcotráfico en México:
La opinión pública suele enfatizar el género masculino al señalar que la mayoría de los criminales son hombres; sin embargo, lo invisibiliza al omitir que el 88% de las víctimas también son hombres. Y, una vez más, lo vuelve a ocultar al no reconocer que la mayoría de las fuerzas de seguridad que combaten a los cárteles son hombres.
Como puedes ver, no ser consciente de cómo las distorsiones cognitivas moldean nuestra percepción del mundo y dan forma a nuestras opiniones tiene un costo importante.
En el contexto de la guerra cultural de los géneros, el efecto es evidente. Como Seager y Barry apuntaron:
La masculinidad parece significativamente peor de lo que realmente es, mientras que la feminidad parece significativamente mejor de lo que realmente es.
El desprestigio que surge de ello es relevante en sí mismo. Sin embargo, hay otras consecuencias que acaso sean más importantes:
Las dimensiones en las que los hombres enfrentan desigualdades y ‘violencias’ quedan invisibilizadas debido a la fuerza con la que se resaltan los ámbitos en los que cometen agravios. Y al quedar ocultas, ¿quién se ocupa de ellas?
Recordemos, por ejemplo, que:
El 80% de las personas que se suicidan son hombres.
La principal causa de muerte entre los hombres de 15 a 44 años es el homicidio.
Los hombres han tenido un peor desempeño educativo que las mujeres en todos los niveles desde hace tres décadas.
La esperanza de vida de los hombres es significativamente inferior a la de las mujeres en prácticamente todos los países.
Los hombres son tratados como ciudadanos de segunda clase en los procesos de custodia de los hijos.
La mayoría de las muertes laborales afectan a hombres de clase trabajadora.
Entre otros.
La clase política, de momento, no parece interesada en abordar estos problemas, en parte porque ayudar al género percibido como causa de la mayoría de los males de la sociedad no ofrece incentivos políticos.
La idea de que los hombres solo pueden ser agresores, pero no víctimas, tiene consecuencias reales y graves.
Sin embargo, la realidad es mucho más compleja y matizada:
→ Hay ámbitos en los que las mujeres enfrentan desventajas y otros en los que tienen privilegios.
→ Hay escenarios en las que los hombres padecen injusticias y otros en los que gozan de beneficios.
Por desgracia, el sesgo gamma nos hace ignorar un hecho fundamental:
La justicia social se debe buscar para hombres y mujeres, no solo para el género por el que naturalmente experimentamos más simpatía.
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