El Dilema del "Yo sí te creo": Denuncias Falsas y el Tabú de la Agresión Femenina
Este lema aboga por la credibilidad incuestionable de las denuncias de violencia de género, pero su aplicación ha abierto un debate sobre el riesgo de injusticias y la negación de la agresión femenina
I.
El caso Johnny Depp y Amber Heard fue la primera evidencia monumental de que la doctrina del “Yo sí te creo”, uno de los mandamientos centrales del feminismo contemporáneo, tiene serias fallas.
Originalmente, Amber Heard interpuso una demanda millonaria contra Johnny Depp por violencia doméstica, hasta que Depp contrademandó por difamación y se desató el circo mediático que ya todos conocemos.
Este caso reveló algo que muchos sabían pero pocos se atrevían a señalar:
Ni hombres ni mujeres son infalibles. Ambos pueden mentir y, en algunos casos, articular complejas redes de falsedades para destruir a sus oponentes, particularmente cuando se trata de exparejas.
Ya hablaremos de eso. De momento, detengámonos en la que se perfila para ser la secuela de la saga Heard-Depp, pero con otros protagonistas: Blake Lively y Justin Baldoni.
Lively y Baldoni protagonizaron la película Cerrando el círculo en 2024; sin embargo, a finales de ese año, The New York Times reveló que Lively había interpuesto una demanda contra Baldoni, coprotagonista y director de la película, por acoso sexual.
Entre otras cosas, escribió una periodista para The Free Press:
Lively dijo que Baldoni improvisó besos no deseados en el set y habló sobre su vida sexual. Dijo que la vio sin sostén mientras le quitaban el maquillaje del cuerpo. Dijo que entró a su tráiler sin invitación mientras ella amamantaba. Finalmente, cuando se quejó, Baldoni le envió un equipo de ‘destructores de reputación’, quienes se propusieron enterrarla con varias historias negativas.
Irónicamente, la misma película Cerrando el círculo aborda el tema de la violencia que ejercen los hombres sobre las mujeres. La obra en cuestión es una adaptación de una novela popular de Colleen Hoover, en la que narra eventos biográficos sobre el abuso que ella experimentó con su expareja.
En la película, Blake interpreta a Hoover y Justin, al esposo abusador.
En la vida real, una trama similar parecía desenvolverse: Justin Baldoni se convirtió en el director abusivo que ejerce violencia sobre una indefensa Blake Lively.
Sin embargo, en un inesperado giro de los eventos, en enero de 2025, Baldoni presentó una millonaria denuncia contra Blake Lively. De acuerdo con esta demanda y un extenso documento que Baldoni hizo público, Blake Lively sería la verdadera hostigadora. Todo está por verse.
Johnny y Amber lo dejaron claro con su escándalo monumental, pero al parecer no aprendimos la lección. Así que la evidencia se ha ido acumulando: el caso Lively-Baldoni podría ser simplemente uno más.
II.
En el mundo pedestre y poco sofisticado de los seres humanos ordinarios, hay innumerables ejemplos que, sospecho, habrían sido ignorados si la proclama del “Yo sí te creo” no hubiera ganado tanta popularidad.
Un incidente ilustrativo lo constituye la Lady 5 años. En México, hace poco se viralizó el caso de una pasajera que amenazó al conductor de Uber con denunciarlo por acoso sexual después de que este se negara a continuar el trayecto por los insoportables modales de la pasajera.
“¿Avanzas o te avientas cinco años en la cárcel?”, amenazó la joven, confiada de que su condición de mujer la envolvía en un manto de credibilidad incuestionable.
En Argentina está ocurriendo algo similar. Hace poco, el Estado instruyó una ley para endurecer las penas para quienes interpongan denuncias falsas de violencia doméstica. Uno de los casos que impulsó tal decisión fue el de Jazmín Carro y Julio, su padre.
En 2020, cuando Jazmín tenía 14 años, acusó a su padre de abuso sexual luego de una dura discusión. En su declaración inicial, Jazmín denunció que su padre la había ‘manoseado’ tiempo atrás; sin embargo, aparentemente las autoridades que tomaron el caso reescribieron la historia y añadieron que la adolescente era obligada a practicarle sexo oral a su padre, y que todo aquello había ocurrido durante mucho tiempo, no solo una vez, como originalmente había afirmado.
Años después, intentando enmendar su error, Jazmín declaró:
“Se encargaba[n] de armar la historia. Cuando intentaba decir que eso no fue así, que yo no viví eso, me decían que podía ser que yo lo haya olvidado, pero que es normal, que suele pasar. Y creaban en mi cabeza cómo mi papá supuestamente me llevaba a mi pieza o a la suya”.
Julio Carro fue condenado a 15 años de prisión por tres delitos: abuso sexual continuado, abuso sexual con acceso carnal y corrupción de menores. Lleva casi cinco años encerrado.
A raíz de estas falsas denuncias, diversos grupos feministas se han manifestado para evidenciar lo perjudiciales que resultan para su causa. Apropiadamente, señalan que entorpecen la justicia que reclaman las mujeres que sí son víctimas de abuso sexual y violencia doméstica.
Sin duda, esa es una de las aristas con las que podemos abordar estos casos. La otra es, acaso, más simple: destruyen la vida de los hombres que son víctimas de tales denuncias.
En 2019, Armando Vega-Gil, fundador de la banda de rock Botellita de Jerez, se quitó la vida días después de ser acusado anónimamente de abuso sexual. No se celebró juicio alguno, no se comprobó la inocencia ni la culpabilidad del músico. No obstante, este caso sirvió para evidenciar los alcances catastróficos que pueden tener las denuncias de esta naturaleza.
El desprestigio que surge de ellas puede ser psicológicamente devastador, y los seres humanos estamos dispuestos a incurrir en costos extremos para evitarlo.
Un estudio de 2017 que buscaba entender este fenómeno planteó un interesante dilema a un grupo de personas:
‘¿Qué eliges?’, preguntaron los investigadores. ‘¿Vivir hasta los 90 años, pero después de tu muerte ser recordado falsamente como un pedófilo que abusó sexualmente de niños, o morir en este momento y ser recordado con cariño por tu comunidad?’.
El 53 % eligió morir en ese momento. Los autores del estudio concluyeron que algunas personas eligen la ‘muerte antes que el deshonor’.
III.
El fenómeno de las denuncias falsas tiene una dimensión aún más profunda, casi filosófica: nos habla de la naturaleza imperfecta de los seres humanos.
Y para preservar el clima de corrección política de nuestros tiempos, comenzaré mi argumentación por algo que nadie duda ni teme señalar:
Los hombres mienten. Mentimos por toda clase de motivos y, en el ámbito sexual, la evidencia demuestra que los varones inclinados a buscar sexo casual son particularmente proclives a mentir sobre su estatus social, ingresos, compromiso emocional e incluso sobre su afecto por los niños.
De manera interesante, otros estudios señalan que los hombres con rasgos pronunciados de la Tríada Oscura de la Personalidad (narcisismo, psicopatía y maquiavelismo) son más afines a buscar relaciones de corto plazo y de una sola noche.
Así que la evidencia no deja lugar para las dudas: no deberíamos creerles a los hombres solo por ser hombres. Particularmente, deberíamos ser más hábiles al detectar signos de narcisismo, psicopatía y maquiavelismo, porque este es el subgrupo de varones más dispuesto a engañar, manipular y causar daño para beneficio personal.
Y con respecto a las mujeres, ¿qué nos dice la evidencia?
Una investigación que buscaba entender los patrones de agresión de los adolescentes en Finlandia encontró que las chicas suelen emplear métodos de agresión indirecta, como difundir chismes y propagar rumores viciosos como forma de venganza. Los muchachos, por otro lado, fueron más propensos a usar la agresión directa (física).
Específicamente, el estudio concluyó que las chicas mostraron un 25% más de agresión indirecta que los chicos.
Por otro lado, el investigador Dr. Don Dutton, un renombrado experto en violencia doméstica de los Estados Unidos, señala que, en comparación con los hombres, las mujeres son significativamente más propensas a acusar falsamente de abuso a sus parejas.
Curiosamente, un estudio de 2015 encontró que las mujeres con rasgos elevados de la Tríada Oscura son más propensas a vengarse de una pareja utilizando agresión verbal y difundiendo rumores negativos acerca de ella.
En otras palabras, al igual que los hombres, las mujeres no siempre dicen la verdad, pero las mujeres con rasgos narcisistas, psicopáticos y maquiavélicos son más proclives a causar daño recurriendo a los rumores negativos y las falsedades.
Decir esto hoy en día puede parecer una afrenta, pero en realidad no estoy señalando nada que no sepamos de manera anecdótica e incluso histórica:
Hombres y mujeres somos criaturas imperfectas. Hombres y mujeres somos agresivos. Hombres y mujeres deseamos venganza. Hombres y mujeres mentimos.
En una escena de la serie Dr. House, el protagonista, en un momento de reflexión, plantea:
Una verdad básica de la condición humana es que todos mienten… la única variante es sobre qué.
Los estudios indican que, en los hombres, las falsedades suelen estar motivadas por el deseo de aparentar mayor estatus y obtener acceso sexual. Las mujeres, por otro lado, recurren a la mentira y la difusión de rumores para socavar el estatus y desprestigiar a sus exparejas y adversarios.
Todos los casos de denuncias falsas que expuse al principio—ya sea que ocurran en los glamorosos escenarios de Hollywood o en los suburbios latinoamericanos—repiten este mismo patrón: la difamación está destinada a socavar el estatus y destruir la reputación de las víctimas.
IV.
Nuestra sociedad contemporánea está obsesionada con la violencia masculina, pero opta por ignorar las diferentes formas en las que las mujeres ejercen agresión y, como resultado, hemos convertido a esta faceta femenina casi en un tabú, tanto que pareciera que al señalarla estuviéramos transgrediendo una imagen idealizada.
No obstante, la agresión es un atributo inherente de la naturaleza humana; por lo tanto, es parte intrínseca de la condición de ser hombre y mujer. Casos como el juicio Depp-Heard o el de la familia Carro no hacen más que manifestar las singularidades de la agresión femenina: sofisticada e indirecta, orientada a causar daño social más que físico.
A menudo, estas calumnias no tienen mayores consecuencias y no pasan de ser chismes de pasillo, pero a veces pueden adoptar la forma de denuncias falsas y destruir vidas y carreras. En algunos casos, no solo afectan la vida de la víctima de la difamación, sino que, como en el caso de la adolescente argentina, trastocan la vida de familias enteras.
Antes de terminar, me gustaría hacer una aclaración:
Este escrito no es una crítica hacia las mujeres ni a su honestidad: reconozco que la gran mayoría de las denuncias de violencia doméstica y sexual son genuinas. Sin embargo, el caso de las denuncias falsas constituye un llamado urgente a observar con claridad la naturaleza humana: somos seres imperfectos; ambos géneros necesitamos mejorar.
Las leyes que construyamos deberían basarse en un profundo conocimiento de la condición humana, no en creencias subjetivas que coquetean con la ideología. No hay un género inherentemente honesto o maquiavélico. Por lo tanto, no deberíamos tomar al género como prueba de veracidad o culpabilidad.
Del mismo modo, no es necesario atribuir motivos morales superiores a un género para hacerlo merecedor de justicia. A veces, pareciera que algunos sectores del feminismo temieran hacer una asociación entre agresión y feminidad para no restarle legitimidad a su búsqueda de reparación para las verdaderas sobrevivientes de violencia, pero no es el caso:
Las víctimas de cualquier crimen merecen una justa reparación más allá de las particularidades de su carácter.
No deberíamos encumbrar artificialmente a un género y denostar al otro en nuestra búsqueda de justicia. Asumiendo que tanto a hombres como a mujeres nos interesa la armonía social, deberíamos exigir ambos a los sistemas que se encargan de promoverla mejores prácticas y más transparencia.
Dividir a los sexos para buscar justicia no es una buena estrategia a largo plazo: crea antagonismo, nos debilita, corroe el tejido social y, cuando eso sucede, los individuos—hombres y mujeres—narcisistas, maquiavélicos y psicopáticos aprovechan la ocasión.
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