Emilia Pérez y el Efecto 'Las Mujeres son Maravillosas'
En tiempos de polarización, películas como Emilia Pérez reflejan la tendencia creciente de idealizar a las mujeres y ver a los hombres como el problema: ¿Qué sesgos explican estas representaciones?
En estos tiempos de polaridad social, no es extraño encontrar películas que retratan a las mujeres como intrínsecamente bondadosas y a los hombres como inherentemente problemáticos. La polémica Emilia Pérez, del francés Jacques Audiard, es un ejemplo de esta tendencia.
Si no eres mexicano, quizá no estés al tanto de la controversia que desató esta película. Solucionemos eso:
Emilia Pérez es un musical sobre un narcotraficante que cambia de sexo para dejar su vida criminal atrás, con la ayuda de su infravalorada abogada.
La polémica se formó por algunas cuestiones que parecen importantes, entre ellas la frivolidad con la que Audiard aborda el doloroso fenómeno del narcotráfico en México y las desapariciones forzadas.
Y por asuntos, a mi entender, superficiales, como el hecho de que el reparto adoleciera de actores mexicanos y, por consiguiente, el español se tornara en un pastiche de acentos y expresiones completamente extrañas a los modismos mexicanos.
Sirva esta joya como ejemplo:
Para ser honestos, la controversia de Emilia Pérez me resultó trivial, pero me parece la justificación perfecta para hablar de un tema que encuentro mucho más relevante:
La forma en que hombres y mujeres tienden a ser representados en la actualidad, no solo en el cine, sino también en los medios y en los enardecidos debates que se forman en redes sociales.
Los hombres como seres inherentemente problemáticos y violentos, y las mujeres como criaturas bondadosas, amorosas y nobles.
Algunos investigadores se han dado a la tarea de estudiar este fenómeno y han propuesto una serie de sesgos cognitivos para explicarlo. Dos de ellos me parecen particularmente relevantes.
El primero es el efecto “Las mujeres son maravillosas” (Women-are-wonderful effect) y el segundo es el “Sesgo Gamma” (Gamma Bias).
Pero, ¿Qué son los sesgos cognitivos?
En su artículo “Distorsiones Cognitivas”, la investigadora Carrie L. Yurica los define como:
El resultado de procesar la información de maneras que previsiblemente generan errores identificables en el pensamiento.
Puesto de manera simple, los errores cognitivos son formas de pensar que nos llevan a interpretar la realidad de manera distorsionada o incompleta, a menudo sin darnos cuenta.
Y, como veremos, estos sesgos pueden ser una fuente importante de conflictos y malentendidos.
El efecto “Las mujeres son maravillosas” fue acuñado por los psicólogos sociales Alice Eagly y Antonio Mladinic en un artículo de 1994, para describir la tendencia de las personas a evaluar a las mujeres de manera más positiva que a los hombres.
Curiosamente, este concepto surgió luego de que Mladinic y Eagly cuestionaran la creencia de que existe un prejuicio generalizado contra las mujeres en la sociedad.
Sin embargo, a raíz de su investigación, encontraron lo opuesto:
En muchas culturas, las mujeres son percibidas como más cálidas, bondadosas y moralmente superiores que los hombres.
Y, aunque hombres y mujeres, en general, tienden a idealizar la figura femenina, los investigadores encontraron que las mujeres eran particularmente proclives a valorar positivamente a otras mujeres.
Otros estudios han señalado que las mujeres tienen un “sesgo de grupo interno” más fuerte, es decir, una tendencia a percibir de manera más favorable a quienes pertenecen a su mismo grupo.
Este error de pensamiento no solo se refiere al género; también incluye factores como la nacionalidad, la religión y las ideologías. Sin embargo, hallazgos subsecuentes han demostrado que el sexo es un factor relevante de cohesión entre las mujeres.
En un estudio llamado “Sesgo de endogrupo: ¿Por qué a las mujeres les gustan más las mujeres que a los hombres los hombres?”, los autores descubrieron que el sesgo de grupo interno en las mujeres fue 4.5 veces más fuerte que en los hombres.
Por otro lado, los hombres no solo muestran poca preferencia por su propio género, sino que también exhiben un mayor ‘sesgo contra el grupo externo’, un fenómeno que describe la tendencia a percibir de manera menos favorable a los grupos a los que no pertenecemos.
En otras palabras, los hombres tienden a ser más hostiles y competitivos con otros grupos, particularmente con los varones de esos grupos.
Lo que tiene sentido: aunque hoy, algunos sectores sostienen que entre los hombres hay pactos y acuerdos para protegerse y beneficiarse a costa de otros grupos sociales, en realidad es bien sabido que los hombres compiten entre ellos para escalar en la jerarquía social y obtener recursos, parejas y estatus.
Una manifestación extrema de esta rivalidad se observa en el hecho de que, a nivel global, más del 70% de las víctimas de homicidio son hombres, y sus agresores suelen ser otros varones. Entre hombres, más que pactos y acuerdos, hay una intensa competencia.
Esto no sugiere que los hombres no sean capaces de asociarse positivamente entre ellos, sino, como señalan Barry y Seager:
Los hombres se apoyan entre sí de manera efectiva cuando su identidad se basa en algo más que simplemente ser hombres.
Estos sesgos en parte explican por qué el feminismo es tan popular y sus adherentes demuestran tanta lealtad, pero también revelan por qué a los hombres les resulta tan difícil abogar por otros hombres solo por el hecho de compartir el género.
Por otro lado, el efecto ‘Las mujeres son maravillosas’ ayuda a explicar por qué en la sociedad contemporánea las mujeres tienden a ser retratadas de manera positiva en casi cualquier ámbito, desde la política hasta el cine.
En Emilia Pérez, Audiard no solo reproduce estos estereotipos sino que, en uno de los argumentos centrales, hace una propuesta aún más audaz:
Antes de convertirse en una mujer, Emilia Pérez era un hombre despiadado y ambicioso. Después de su cambio de sexo, se transforma en una mujer amorosa, que dedica sus recursos a encontrar desaparecidos.
En otras palabras, un hombre puede redimirse si se transforma en mujer.
Las razones por las que la figura masculina parece estar bajo ataque en la cultura popular son amplias y diversas. Los estereotipos masculinos a los que se recurre en el cine son solo una muestra de esta embestida cultural:
Emilia Pérez recurre al cliché del hombre despiadado y ambicioso; Homero Simpson representa la imagen del padre torpe y fracasado; Walt Kowalski de Gran Torino encarna al hombre amargado y solitario; Alfie representa al hombre embaucador y mujeriego; y los memorables personajes Jake LaMotta de Toro Salvaje y Derek de Historia Americana X son el avatar de la masculinidad tóxica.
No obstante, no propongo la censura. No sugiero que estos estereotipos sean vedados del cine para cuidar las sensibilidades de los hombres. Al final, proteger nuestras susceptibilidades no es la función del arte. Y el cine, como forma de arte, busca cuestionar, provocar e incluso incomodar, y para hacerlo, en ocasiones, necesita recurrir a ellos.
No obstante, me parece conveniente evidenciar cuán sencillo nos resulta aceptar las narrativas que representan a los hombres como inherentemente problemáticos, a causa de los sesgos cognitivos que forman parte de nuestra psicología.
Lo que plantea cuestiones verdaderamente serias: ¿Cómo afectan estas representaciones a los hombres en la sociedad? ¿Nos ayuda a entenderlos mejor? ¿Disminuyen o amplían las brechas de género?
En este newsletter he escrito bastante acerca de cómo nuestra percepción de los hombres como agresores impide que reconozcamos los desafíos y carencias que los varones experimentan en todas las sociedades. En ese sentido, ¿contribuyen estas distorsiones a acentuar este problema? ¿Tú qué opinas?
Hay una distorsión cognitiva más, que agrava aún más este dilema: el sesgo gamma. En este artículo te hablo de él:
Kanye West, Bianca Censori, y el Sesgo Gamma: ¿Por qué los hombres son siempre los villanos del cuento?
Kanye es una persona mentalmente enferma cuya esposa tiene que desfilar desnuda para darle el tipo de atención que él necesita”