Hombres: “Sean vulnerables, pero no se quejen”. La hipocresía de la Salud Mental Masculina.
Una empresa me invitó a hablar de salud mental masculina y luego me cancelaron, para no incomodar. Un reflejo del cinismo cultural que exige vulnerabilidad a los hombres, pero silencia sus problemas.
Hace unas semanas, una empresa de movilidad con sede en México, me invitó a dar una conferencia sobre salud mental masculina. Después de aceptar, me reuní con su equipo para definir el tema de la conferencia. Propuse que fuera la paradoja de la salud mental masculina y las altas tasas de suicidio entre hombres. Me pareció un tema necesario, valiente e informativo. También a ellos.
Durante los siguientes días dediqué varias horas para releer mis notas, estructurar la conversación y diseñar la presentación. Envié algunos borradores para que tuvieran la certeza de que mi discurso no caería en lo polémico o confrontacional.
Todo parecía en orden, hasta que un par de horas antes de que la conferencia comenzara, recibí un escueto email:
Lamentamos informarle que, debido a políticas internas y decisiones de gerencia, nos vemos en la penosa necesidad de cancelar la conferencia que teníamos agendada para hoy.
¿Qué sucedió aquí? Pensé en algunas posibilidades pero ninguna me hizo sentido:
La primera posibilidad es que hayan supuesto que yo sería polarizante y controvertido. Pero previendo eso, días antes del evento, les compartí mis diapositivas con anotaciones detalladas, para que tuvieran la certeza de que mi objetivo sería concientizar, no polemizar.
La segunda posibilidad fue que hayan considerado inconveniente para sus objetivos de promover una cultura de inclusión, hablar explícitamente de temas masculinos —salud mental, suicidio—. Porque, en la práctica, los discursos de inclusión tienden a dejar fuera de la escena a los hombres:
“Queremos igualdad para todos, salvo para los hombres: ellos ya tienen sus privilegios.”
Una auténtica contradicción, porque ¿cómo se puede hablar de inclusividad sin tener la voluntad de ser inclusivos con todos?
La tercera opción, me pareció aun más preocupante:
¿Hablar de los problemas que afectan a los hombres no importa? ¿Hablar de la salud mental masculina es irrelevante? ¿Hablar del problema del suicidio masculino no merece atención?
¿Por qué? ¿De qué manera puede ser contraproducente informar a sus empleados, de un tema tan preocupante y plagado de incomprensión y desinformación?
Al día siguiente, mientras hablaba con mi esposa, le dije:
“Es una estupidez. Estadísticamente hablando es mucho más probable que entre sus empleados, sean hombres los que se quiten la vida y ¿no van a hacer nada? ¿por corrección política?”
Esto, por otro lado, se encuadra dentro de un patrón cultural tóxico más amplio:
La tendencia a asociar a lo masculino con el daño, con la violencia, con lo tóxico. Y la incapacidad subyacente de percibir a los hombres como merecedores de protección y cuidado.
En otras palabras, como sujetos vulnerables. Vulnerables a ser objeto de violencia, y no solo a perpetrarla.
Un patrón cultural, por cierto, que se contrapone abiertamente a la demanda moderna que suele inundar los pasillos del internet:
“Hombres: hablen de sus problemas, lloren… sean vulnerables”
De modo que, ¿cuál es el punto de pedirle a los hombres vulnerabilidad, si no fomentamos espacios en donde pueden, en efecto, expresar sus problemas?
Peor aun, ¿cómo pedimos vulnerabilidad si silenciamos los intentos de posicionar en la agenda pública los desafíos masculinos por temor a no ofender a otros grupos?
Un caso muy llamativo que manifiesta la cultura de cancelación en torno a lo masculino, ocurrió en Italia, no hace mucho:
En las calles de Nápoles, la pintoresca y ajetreada ciudad italiana, se puede leer un cartel espectacular que dice: «¿La violencia siempre tiene el mismo sexo?». El anuncio tiene la intención de promocionar la línea 1523, un número de emergencia para que los hombres reporten episodios de violencia doméstica de los que son objetos.
La campaña no está en contra de las mujeres y sus esfuerzos por erradicar la violencia doméstica de la que son víctimas. Tal como el abogado Angelo Pisani explica, el proyecto 1523 «tiene como objetivo ayudar también a los hombres que, como muchas mujeres, son víctimas de la violencia, un fenómeno en constante crecimiento».
Por otro lado, Antonella Esposito, otra abogada detrás del proyecto, explicó que «para nosotros la violencia no tiene sexo, es siempre un crimen».
Y sin duda es así: la violencia es un crimen y no importa quién la ejerza, debería sancionarse tan duramente como sea posible.
A pesar de su lógica incuestionable, algunos grupos feministas no están de acuerdo con esta postura. Como respuesta a la campaña, treinta asociaciones firmaron una petición dirigida al alcalde de la ciudad, demandando que la campaña se detenga.
«Es un ataque, no solo contra las mujeres, sino también contra los centros antiviolencia» observó la senadora demócrata Valeria Valente.
¿De qué forma atender las denuncias de violencia contra los hombres representa una agresión al trabajo de algunos grupos feministas? ¿No debería ser interpretado como una oportunidad para mostrar que realmente buscamos la igualdad entre hombres y mujeres?
Con ese mismo sabor de boca me quedé después de que mi conferencia fuera cancelada: Perdieron la oportunidad de demostrar que buscan fomentar una genuina cultura de inclusión.
Y sus esfuerzos se quedaron en el postureo: una empresa que quiere verse bien abrazando las causas de moda, pero sin mostrar un compromiso auténtico con las mismas.
Me pregunto: ¿Cómo se habrán sentido los hombres de esa empresa cuando se enteraron que hablar de salud mental masculina es un tema tabú?
Esa es una forma de hipocresía cultural que merece ser abordada y desmantelada:
Junio (mes en el que escribo esto) es el mes dedicado a la concientización de la salud mental masculina, y por todos lados, la demanda que más se escucha es:
Hombres: hablen, sean vulnerables. Irónicamente, al mismo tiempo, hablar de salud mental masculina, incomoda.
¿Es evidente la hipocresía o la simplificamos? Hombres: sean vulnerables, pero no hablemos de sus problemas, porque hace sentir excluidos a grupos realmente vulnerables.
Los medios y la prensa, por cierto, apenas tocaron el tema. De hecho, hasta donde sé, ningún periódico de divulgación nacional (en México) cubrió el evento. El hashtag de Instagram #mesdelasaludmentalmasculina, apenas tiene menciones. Y las pocas que hay, en su mayoría están cargadas del árido discurso de la vulnerabilidad:
Hombres, para que ya no se quiten la vida, para que ya no se depriman, hablen, sean vulnerables, vayan a terapia.
A todas luces, en nuestra cultura, la exigencia de la vulnerabilidad masculina se volvió más importante que abordar los problemas de fondo: condiciones materiales que producen malestar, terapias psicológicas inadecuadas para hombres, y el implacable aumento del suicidio masculino.
El discurso de la vulnerabilidad se robó los reflectores. Y eso es sumamente peligroso.
Posicionar a la vulnerabilidad emocional como solución a los problemas de salud mental masculina, equivale a trasladar toda la responsabilidad a los hombres que padecen tales problemas. El eterno problema de la meritocracia:
Decirle a un hombre que está deprimido porque no es vulnerable, equivale a decirle a una persona en situación de pobreza que es pobre porque no quiere trabajar.
Sugerir que la solución a problemas complejos —como la depresión o la adicción— está siempre en manos del individuo, diluye por completo los factores estructurales, biológicos y vivenciales que mantienen a hombres —y mujeres— en la angustia o en la precariedad.
— ¿Quieres dejar de ser pobre? Trabaja más.
— ¿Quieres salir de la depresión? Sé vulnerable.
Tan simple como absurdo.
Pero regresando al punto: la cuestión es que es muy cómodo decir: “Hombres para solucionar sus problemas, sean vulnerables y vayan a terapia” porque de esa forma, la sociedad, en general, se lava las manos ante estos problemas, y transfiere la causa y la solución al mismo lado: los hombres.
Chris Williamson, un conocido podcaster dijo:
Los hombres son el único grupo social que debe solucionar sus problemas por su cuenta. Cuando otro grupo enfrenta dificultades, la sociedad se pregunta: ¿Qué podemos hacer para ayudar? pero cuándo se trata de los hombres: la sociedad pregunta: Hombres, ¿qué van a hacer para resolverlos?
Esto me recuerda al meme que se popularizó a finales de 2023, en el que las mujeres afirmaban preferir a hombres que toman decisiones y resuelven problemas.
Es un meme, desde luego, pero aun así, es un reflejo de preferencias culturales —y biológicas— profundamente arraigadas: en general favorecemos a los hombres que solucionan problemas, no a los que se quejan.
Aun cuando el benevolente discurso sobre la vulnerabilidad se haya difundido tan rápidamente, simulando así que somos una cultura abierta a escuchar los problemas de los hombres, en la práctica, demostramos que somos una sociedad contradictoria que reclama a hombres vulnerables, al tiempo que espera de ellos fortaleza, silencio e invulnerabilidad.
En otras palabras: La sociedad no quiere que los hombres hablen de sus problemas, quiere que los resuelvan.
Semanas después de cancelar la conferencia, la responsable global de “los asuntos de diversidad, equidad e inclusión (DEI)”, en la empresa, me escribió un email explicando las razones de la cancelación. Fue un mail ambiguo y diplomático. Pero una parte me llamó la atención:
“Es importante para nosotros que todos los miembros de nuestro equipo tengan acceso a un espacio psicológicamente seguro […], especialmente aquellos que se ven directamente afectados por legislaciones cada vez más polémicas relacionadas con sus identidades y comunidades. Mientras trabajamos en reconstruir nuestra estrategia en este ámbito, queremos ser conscientes de cómo nos presentamos ante ellos.”
¿Qué significa esto? en palabras simples: Creemos que hablar de temas masculinos, podría incomodar a algunos empleados, particularmente a los que pertenecen a comunidades minoritarias.
Ese es el contradictorio clima en el que vivimos actualmente: uno que exige a los hombres vulnerabilidad, pero al mismo tiempo silencio, porque escuchar sus problemas, causa incomodidad.
Pero es importante tener esto presente: la vulnerabilidad no solo es voluntad de hablar, también implica un genuino interés en escuchar.
Así que no le pidas a un hombre que hable, si no estás dispuesto a escuchar.