Radiografía del Suicidio Masculino en América Latina
Los datos indispensables para entender la situación del suicidio en la región, desde una perspectiva masculina
I
David se quitó la vida los últimos días de junio de 2023. Se colgó en su cuarto, con una cuerda. No dejó una nota ni se despidió de nadie. Pasaron algunos días antes de que un familiar notara su ausencia y lo fuera a buscar. David vivía solo, con una docena de perros que había recogido de la calle a lo largo de los años. No tenía contacto con sus padres, ni amigos, ni pareja. Estaba desempleado y se había vuelto adicto a un disolvente de pintura que inhalaba con frecuencia. Prefirió suicidarse a continuar una existencia cuyo futuro no le auguraba nada prometedor.
Yo no conocí a David; me enteré de él por medio de una prima lejana que se sintió afectada por el suicidio. Ella y David habían sido cercanos durante su infancia, pero la vida se había encargado de alejarlos poco a poco.
La historia de David no es inusual, aunque el mundo parece sordo ante este fenómeno. Cada año, alrededor del mundo, unas 700,000 personas se quitan la vida1; 525 mil de esos casos ocurren entre la población masculina2. Esto quiere decir que cada minuto, un hombre decide poner punto final a su agonía quitándose la vida.
Entre el 75 y 80% de todos los casos de suicidio en el mundo corresponden a hombres. Aunque hay variaciones en algunos países, la diferencia se mantiene prácticamente igual en todo el planeta. En otras palabras, si un bebé nace varón, tiene entre 3 y 4 veces más probabilidades de quitarse la vida que si nace niña. América Latina no es la excepción.
II
En 2023, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) reportó que el suicidio a lo largo del mundo ha disminuido en décadas recientes; sin embargo, en América Latina ha aumentado3.
De hecho, en LATAM se muestran los índices más altos de todo el continente americano. Para poner esto en perspectiva, consideremos que la tasa de suicidios de los Estados Unidos es de 10 suicidios por cada 100,000 habitantes, y la de Europa es de 15.4. La de Guyana, por otro lado, es de 40.3; la de Surinam es de 22, y la de Uruguay es de 20.34. De hecho, Guyana no solo tiene la tasa más elevada de América, sino que es la segunda más alta de todo el mundo, apenas superada por Lesotho, una pequeña y convulsa nación sudafricana.
A continuación, encuentras la lista de cada país de América Latina ordenada de mayor a menor. La gráfica muestra la tasa de suicidios por cada 100,000 habitantes:
En todos los países, los varones se quitan la vida entre 3 y 4 veces más que las mujeres.
III
Guyana y Surinam son casos alarmantes (ambos aparecen en el top 10 global de suicidio), sin embargo, es comprensible suponer que, a causa del desarrollo económico, la inestabilidad política, la inseguridad y el subdesarrollo de los sistemas de salud, propios de esas naciones, las cifras sean tan elevadas. Por esa razón, el caso uruguayo ha captado la atención en todo el mundo:
En el 2022, Uruguay fue considerado el país más feliz de América del Sur, según el World Values Survey, mientras que en 2020, fue el país con mejor calidad de vida de Latinoamérica. Resulta irónico: el país más estable y feliz de la región también tiene uno de los índices más altos de suicidio de todo el continente. En este bello y pequeño país, son también los varones quienes más se quitan la vida: las cifras más recientes indican que en 2023 representaron el 75% de los decesos. Una distribución que se ha mantenido prácticamente igual desde 2013.
Chile es otro caso destacable. Al igual que Uruguay, es una nación con un gran desempeño económico. Asimismo, es una de las sociedades más seguras, innovadoras y menos corruptas. Sin embargo, con una media de 10 suicidios por cada 100,000 habitantes, posee uno de los índices de suicidio más altos de la región. Aquí también los hombres se matan más. De acuerdo a Statista5, entre 2010 y 2020, el suicidio masculino ha mostrado un constante aumento, registrando su punto más alto en 2020, con un 33.9%.
En México, las cosas tampoco son alentadoras. En 2022, la tasa de suicidios fue de 6.3. Sin embargo, aunque esta cifra no está entre las más elevadas de la región, no por eso deja de ser preocupante. Según datos oficiales, el suicidio en el país habría aumentado un 435% en las últimas dos décadas: en 2022 se reportaron 8,237 decesos, mientras que en 2012 se registraron 5,549.
En México se observa la misma constante de género que en el resto de Latinoamérica. El índice de suicidio de 2017 a 2021 fue de 9.9 hombres y de 2.1 mujeres. Mientras que en 2022, fue de 10.5 en hombres y de 2.3 entre las mujeres. Esta diferencia se ha ido acentuando en las últimas dos décadas: del 2000 al 2020, el suicidio entre varones creció de 6 a 10, mientras que entre mujeres no ha llegado a las 3 ocurrencias6.
Es imposible mencionar cada país de la región en una sola publicación; sin embargo, estos datos pueden servir de referencia para entender la magnitud del problema al que nos enfrentamos. No hay un solo país de América Latina en el que los hombres no se suiciden más que las mujeres.
La tabla siguiente refleja un promedio de todos los países de la región, con la distribución según sexo:
Y aqui puedes ver una distribución porcentual entre sexos, por país:
IV
¿Por que los hombres se matan mucho más que las mujeres en América Latina?
Aunque históricamente se han suicidado más los hombres que las mujeres, ningún país ha invertido los recursos necesarios para entender las causas de tal disparidad. Por lo tanto, resulta difícil responder con fiabilidad a la pregunta de por qué los hombres cometen suicidio con más frecuencia que las mujeres. Aun así podemos hacer algunas aproximaciones.
Antes de continuar me parece necesario abordar brevemente la explicación del suicidio masculino que domina el discurso popular: la necedad de los hombres a reconocer y mostrar su vulnerabilidad. En cualquier lugar del internet en el que se mencione el fenómeno del suicidio entre hombres, hay una gran probabilidad de que la incapacidad masculina para reconocer abiertamente sus emociones, acapare la conversación.
Y aun cuando el gastado discurso de la sensibilidad masculina se mencione con las mejores intenciones, no deja de ser un síntoma del desconocimiento generalizado que existe en torno al problema del suicidio entre hombres y de lo poco que hemos avanzado como sociedad.
Pero hay algo peligroso y nocivo en esta manera de encuadrar las cosas. Además de tratarse de un análisis superficial, la retórica de la vulnerabilidad emocional masculina también carece de empatía y compasión:
Decirle a un hombre al borde del suicidio que su problema es cómo expresa sus emociones niega automáticamente los problemas que él siente como reales y opresivos: deudas, desempleo, problemas familiares, traumas, violencia, adicciones, soledad y más.
Admitir que el hombre se suicida porque carece de las habilidades para expresar verbalmente sus problemas es una manera sutil de culpar al suicida de su propia muerte, porque al final, si tan solo se hubiera animado a hablar, quizá no se habría matado.
Esta lectura es tan antipática como puede ser, y se encuadra dentro de la misma tendencia moderna de culpar a los hombres no solo de los desafíos opresivos de los demás, sino de sus propios problemas.
No quiero decir que la vulnerabilidad no sea importante para los hombres; lo que sugiero es que centrarnos exclusivamente en ella esconde la verdadera magnitud y complejidad del problema:
La realidad es que, al día de hoy, aun cuando llevamos midiendo el suicidio desde hace varias décadas, los expertos no logran descifrar por qué los hombres se suicidan más que las mujeres, sin embargo, en algo sí parece haber un consenso generalizado: no hay un factor único, hay múltiples causas que interactúan hasta llevar a un hombre a considerar con seriedad la posibilidad de terminar con su vida.
Entre los factores de riesgo más notorios del suicidio masculino están:
Soledad y aislamiento
Adicciones a sustancias
Desórdenes del estado de ánimo (como la depresión mayor)
Normas culturales
Infancia adversa
Presiones financieras (deudas, desempleo)
Estatus marital (ser divorciado, soltero o viudo)
Bajas habilidades de regulación emocional
Historial de suicidio en la familia
Ruptura de pareja
Lo que resulta particularmente preocupante es que, a pesar de que se han identificado numerosos factores de riesgo, aún no somos capaces de estimar con fiabilidad qué hombres intentarán quitarse la vida.
Un meta-análisis de 2017 acerca del poder predictivo de los factores de riesgo de suicidio encontró que “nuestra habilidad para predecir el suicidio sigue siendo solo un poco mejor que el azar después de más de 50 años de investigación". Del mismo modo, un estudio de 2020 sobre la eficacia de las intervenciones de prevención del suicidio ha sugerido que "a lo largo de cinco décadas, la eficacia de la intervención no ha mejorado"7.
Una buena razón es que el suicidio (a diferencia de la óptica simplista de la vulnerabilidad) es sumamente complejo. Hay factores externos (como las presiones económicas) que confluyen con factores internos (como el excesivo dolor emocional) y que son aparentemente mediados por los niveles de tolerancia psicológicos de cada persona. Lo que sugiere que diferentes individuos en la misma situación no experimentan el mismo riesgo de auto-terminarse.
La historia de David que cité al principio es un buen ejemplo de la naturaleza multifactorial del suicidio. David fue abandonado por sus padres, carecía de conexiones íntimas y sociales, era adicto a una sustancia particularmente destructiva, era desempleado; y nadie sabe, realmente, los niveles de dolor psicológico y emocional que estaba experimentando en el momento de suicidarse. La vulnerabilidad emocional lo habría disuadido momentáneamente, pero eventualmente esa cuerda también se habría roto. Y lo que es peor, aun si lo deseara, es probable que David, no hubiera podido acceder a la ayuda profesional que necesitaba.
El caso de David evidencia la urgencia de sofisticar nuestro discurso en torno al suicidio masculino. Centrarnos desproporcionadamente en la vulnerabilidad emocional y en la capacidad individual de verbalizar los problemas no hace más que oscurecer la importancia de otros factores igualmente apremiantes que un suicida enfrenta.
V
Argentina es el país con los registros del suicidio más antiguos en América Latina. Sus estadísticas se remontan hasta 1897. Le siguen Uruguay en 1908, y Chile en 1920. El resto de las naciones comenzaron a sumarse a partir de 1930. Desde que comenzaron a recopilarse los datos, los hombres han representado entre el 70 y 80% de los suicidios.
Resulta sorprendente que, aun con esa disparidad, los gobiernos no se decidan a abordar este problema desde una perspectiva de género. Es necesario hacerlo. Hay muchas preguntas que solo pueden ser respondidas hasta que este fenómeno se estudie desde una óptica masculina.
Estas son algunas preguntas por las que podemos comenzar:
¿Por qué los hombres son el grupo social más vulnerable ante el suicidio?
¿Por qué los varones tienen menos probabilidad de acceder a servicios de salud mental?
¿Por qué la terapia tradicional pareciera no ser tan eficaz para los hombres como para las mujeres?
¿Por qué muchos hombres que cometieron suicidio fueron evaluados como casos de bajo riesgo por profesionales?8
¿Qué alternativas hay para personas como David, para quienes la atención profesional de calidad parece inalcanzable?
Abordar el suicidio masculino como un problema de género no significa menospreciar a los otros grupos. Vivimos en una época en la que esa pareciera ser la creencia. Un temor infundado, desde luego. Asignar recursos a un grupo en riesgo no equivale a retirárselos a otro. No es un juego de suma cero.
Tomar con seriedad los problemas de salud mental de los hombres no quiere decir que no se tome con seriedad los desafíos de salud mental de otros grupos. Significa que la sociedad reconoce que hay un problema que necesita ser abordado con urgencia, y eso solo se puede lograr si movilizamos los recursos necesarios en tal dirección, como acertadamente se ha hecho cuando otros grupos identitarios lo han requerido.
Por otro lado, también es una muestra de humanidad. Refleja que habitamos sociedades lo suficientemente maduras como para dejar de lado nuestras diferencias ideológicas y tenderle la mano a los que más lo necesitan: a hombres cuyos niveles de sufrimiento resultan tan abrumadores que prefieren quitarse la vida antes que continuar prolongando su agonía.
PD 2. En mi libro “El Hombre Moderno: 10 ensayos sobre los desafíos de la Masculinidad en el siglo 21”, exploro en profundidad el problema del Suicidio Masculino. Además, en él abordo las 10 cosas que son fundamentales conocer para entender el papel de los hombres en el mundo moderno. Está disponible en Apple Books y Kindle en:
Tasas y Datos del Sucidio en Hombres
Los datos citados, aparecen en este estudio.
Excelente artículo. Gracias.