La sociedad parece tener dos certezas incuestionables respecto de los hombres: la primera es que los problemas de los varones provienen de imponerse muchas restricciones con sus emociones, de no dejarlas fluir libremente, de ser muy rígidos con ellas. La segunda es que el remedio para ese problema es ser más abiertos y vulnerables, en otras palabras, adoptar un estilo un poco más femenino para relacionarse con sus emociones.
Cuando se trata de sentimientos, la retórica posmoderna no tiene ninguna duda: las mujeres representan el arquetipo ideal de la expresión emocional. Un estándar al que los hombres deberían aspirar. En otras palabras, no solo se presupone que lo que necesitan los hombres es aprender a ser más vulnerables, también se asume que el estándar femenino de expresión emocional es el adecuado para ellos.
¿Quién dijo que es así? ¿No sería mejor considerar que los hombres tienen diferentes formas de expresar, procesar y regular sus emociones? A final de cuentas, el meollo de todo este asunto no es la vulnerabilidad, sino la regulación emocional.
No es que necesariamente los hombres necesiten echarse a llorar encerrados en un cuarto, con una caja de kleenex y un bote de helado. No es que los hombres necesiten concertar una cita con los amigos para tomar el té mientras hablan abiertamente de sus desafíos de pareja y de trabajo. No es que los hombres necesiten mostrarse completamente frágiles frente a su pareja, porque también es cierto que no todas las mujeres están listas para descubrir la faceta suave de sus parejas.
Este, de hecho, es un tema crucial en el que vale la pena detenernos por un momento. La sociedad reclama varones vulnerables, pero no repara en el hecho de que hay una multitud de mujeres que no sienten interés en los hombres suaves y de lágrima fácil. No es una cuestión de prejuicios, es una realidad: múltiples estudios indican que, en promedio, las mujeres continúan prefiriendo a hombres de aspecto viril, seguros de sí mismos y resueltos.
La evidencia empírica también respalda esta postura. Ante la aparente apertura de la sociedad frente a la sensibilidad masculina, algunos hombres se han animado a exponerse frente a sus parejas, sin haber logrado la retroalimentación esperada.
«Ya no me podía ver como la persona fuerte que una vez fui, y no podía pensar en mí como la roca que la mantiene con los pies en la tierra y a salvo» explicó un hombre que participó en una encuesta en el Reino Unido, que exploraba las experiencias de varones que se mostraron vulnerables con sus parejas.
A pesar de la promesa de una nueva era en la que los hombres pueden bajar sus defensas sin temor, la realidad es que hay muchas mujeres que comenzarían a sentir menos interés y confianza en sus parejas si eso alguna vez sucediera. Un lujo que, sin duda, muchos hombres no están dispuestos a correr.
De modo que, si la sociedad reclama a hombres vulnerables porque eso beneficia a la sociedad como un todo, ¿cuáles son los compromisos que ambas partes necesitan hacer para que esto se haga realidad? ¿Qué responsabilidad asumen las mujeres, además de solo demandar a maridos y parejas más vulnerables?
De momento, la retórica afirma querer a varones suaves y sensibles, mientras que la biología continúa prefiriendo a los hombres fuertes, estables y clásicamente varoniles.
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No, no lo está y sin embargo los hombres son mucho más vulnerables que las mujeres. Se espera mucho más de ellos y tienen menos herramientas sociales para enfrentar la vida vs nosotras las mujeres