Las Redes Sociales están arruinando la salud mental de niños y adolescentes: ¿Hay algo que podamos hacer?
Esta es la segunda parte de un reportaje sobre el drástico aumento del suicidio entre niños y adolescentes y su peligroso vínculo con las redes sociales.
Encuentra la Parte 1 aquí.
Documentos internos de Meta (propietaria de Facebook e Instagram) muestran que una de cada diez adolescentes reportó que Instagram empeoró algunos de los siguientes aspectos: imagen corporal, sueño, hábitos alimenticios y ansiedad. Y que una de cada tres adolescentes con una imagen negativa de su cuerpo se siente peor al usar Instagram.
Además, el 6% de los adolescentes en Estados Unidos han reportado que el contenido al que están expuestos en Instagram ha influido en la aparición o incremento de sus pensamientos suicidas. Muchos de ellos afirman que “saben que lo que ven es malo para su salud mental, pero son incapaces de detenerse”. Y el 53% de los estadounidenses considera que las redes sociales son parcialmente o completamente responsables de su depresión.
Un estudio de 2019 encontró que pasar más de 3 horas al día en línea podría dificultar cómo los adolescentes manejan la depresión y la ansiedad. Otro estudio de 2023 sugiere que reducir el consumo de redes sociales mejora “significativamente la imagen corporal en adolescentes y adultos jóvenes.”
Una investigación que analizó los datos de más de 12,000 adolescentes en Inglaterra encontró que usar redes sociales más de tres veces por día predice una mala salud mental y un bienestar insuficiente en los adolescentes.
En México, el uso de los smartphones y redes sociales se intensificó a causa de la cuarentena por el COVID-19. No hemos sido capaces de revertir esta situación. El estudio titulado La nueva realidad: padres, adolescentes y dispositivos móviles en México hizo hallazgos preocupantes acerca de la relación entre los menores y sus smartphones:
La mitad de los adolescentes manifestó sentirse adicto a su celular, el 35% despierta de madrugada para revisar sus notificaciones, el 67% revisa su teléfono “prácticamente todo el tiempo”, y solo el 1% lo usa una vez por hora.
Las redes sociales pueden ser muy adictivas para los menores. Este efecto se atribuye a su influencia en los circuitos neurológicos del placer, los mismos mecanismos involucrados en las adicciones.
Cuando una persona consume alcohol, cocaína o algún estimulante similar, el cerebro experimenta una explosión de dopamina. Cuando el cerebro experimenta esta descarga una y otra vez, la euforia provocada se vuelve cada vez más difícil de resistir, lo que crea patrones de conducta adictiva.
Este mismo efecto provocan las redes sociales, y resulta tan poderoso que algunos investigadores lo comparan con “poner a los niños en un casino abierto las 24 horas y darles bourbon con sabor a chocolate.”
Cada nuevo video, cada descubrimiento ‘inesperado’ suministrado por el algoritmo de las redes sociales, causa una liberación de dopamina en los cerebros infantiles, que los engancha cada vez más.
Este efecto no es ningún secreto para los directivos de las redes sociales; por el contrario, lo conocen muy bien, tanto que la mayoría de ellos evita exponer a sus hijos a estas aplicaciones.
El CEO de TikTok no permite que sus hijos usen TikTok. Mark Zuckerberg monitorea cuidadosamente el tiempo de pantalla de sus hijos. El CEO de Snapchat limita el uso de tecnología de su hijo de 7 años a 90 minutos por semana.
El New York Times, reportó que muchos ejecutivos tecnológicos de Silicon Valley solicitan expresamente a sus niñeras que:
…escondan en todo momento los celulares, los televisores, las tabletas y las computadoras. Algunos incluso han hecho contratos para que quienes cuiden a los menores se comprometan a no usar sus propios celulares, para que la exposición de los niños a cualquier pantalla sea nula.
Es asombrosa la doble moral de estos personajes: evitan a toda costa que sus hijos tengan una pantalla frente a sus ojos, mientras diseñan cuidadosamente algoritmos que intencionalmente enganchan a millones de niños alrededor del mundo.
La razón es evidente: los menores son un grupo con un enorme potencial económico para estas empresas. En 2022, las plataformas de redes sociales generaron casi once mil millones de dólares en ingresos publicitarios provenientes de niños y adolescentes, incluyendo más de dos mil millones de dólares de usuarios de doce años o menos.
Sin embargo, el poder adictivo de las redes sociales no es la única amenaza que estas plataformas suponen. Otro grave problema es la clase de contenido al que están expuestos. Cuando el algoritmo de estas plataformas detecta que tipo de contenido captura la atención de un usuario, le continuará suministrando más de lo mismo para mantenerlo enganchado el mayor tiempo posible. No importa si el contenido es violento, sexual, o fomenta conductas inapropiadas en los menores.
En mayo de 2024, dos estudiantes de una secundaria en Zacatecas se quitaron la vida accidentalmente al participar en el desafío blackout challenge de TikTok, que consistía en obstruir la respiración con diferentes objetos y aguantar el mayor tiempo posible.
La prensa se refirió a estas tragedias como suicidios; sin embargo, dado que los adolescentes no tenían la intención de quitarse la vida, no es fácil tipificar con precisión estos eventos. La investigación de las autoridades se centró en averiguar si existen responsables que hayan animado a los menores a participar en este desafío. No consideraron investigar la responsabilidad que TikTok tuvo en esta tragedia.
No es la primera vez que estas plataformas se ven involucradas en situaciones de esta naturaleza. Se estima que el blackout challenge cobró la vida de 10 niños en todo el mundo, 3 de ellos mexicanos.
En febrero de 2023, de acuerdo al diario DW, 45 jóvenes se intoxicaron con clonazepam siguiendo un reto viral. En años anteriores se viralizaron retos como el desafío de las 48 horas, que consistía en desaparecer por 2 días sin avisar a familiares ni amigos. Y el más popular de todos: el juego de la ballena azul, que consistía en completar 50 tareas, en 50 días y que culminaban con el suicidio de sus participantes.
En México, el gobierno aún no entiende que es su obligación fincar responsabilidades a estas empresas. Las autoridades suelen limitarse a recomendar a los padres más cautela con el contenido que sus hijos consumen, en lugar de exigirle a estas plataformas que rindan cuentas por los efectos nocivos que causan en los menores, y de sancionarlos cuando sea necesario.
El único caso latinoamericano en que el estado se enfrentó a una red social ocurrió en Brasil, cuando en 2024 un juez ordenó a X (antes Twitter) cerrar sus operaciones en el país luego de que su Director Ejecutivo, Elon Musk, se negara a bloquear a 6 figuras políticas acusadas de difundir información falsa.
Aunque el caso tiene tintes políticos, el precedente está ahí: es posible, mediante sanciones y políticas apropiadas, obligar a las plataformas a regular sus contenidos y modificar sus algoritmos para salvaguardar la seguridad de los niños latinoamericanos.
Este es un tema que no debería ser tomado a la ligera. Después de todo, los menores son un grupo particularmente vulnerable. Andrew Solomon escribió que:
“Leah Somerville, directora del Laboratorio de Neurociencia Afectiva y Desarrollo de Harvard, ha demostrado que un adolescente de 13 años es más propenso a asumir riesgos extremos para obtener la aprobación de sus pares que un adulto de 26, en parte debido a que el sistema límbico del cerebro adolescente está más activado, la corteza prefrontal está menos desarrollada y la comunicación entre ambas áreas es más débil.”
En otras palabras, el cerebro adolescente, particularmente de los varones, no está del todo preparado para medir el riesgo de sus actos, lo que los hace más vulnerables a asumir riesgos extremos por motivos triviales.
Los desafíos extremos son solo la punta del iceberg. La Fundación Freedom, una organización enfocada en combatir la explotación sexual infantil en México, ha señalado que los depredadores sexuales a menudo buscan a sus víctimas a través de las redes sociales. Estos delincuentes coaccionan a los menores para que les envíen fotografías íntimas, y en el peor de los casos, conciertan reuniones físicas que podrían terminar en casos de explotación sexual.
El bullying que en otros tiempos solía ocurrir en las escuelas, hoy se amplifica viciosamente en estas plataformas. En México, las autoridades estiman que el 35% de los menores de 12 años experimentó ciberacoso en los últimos 12 meses, y en 2017, la cámara de diputados indicó que el 60% de los suicidios infantiles están relacionados con el bullying.
Hay grupos de Facebook en los que se alienta abiertamente el suicidio. El psicólogo, Pedro Ortiz, que se ha infiltrado en estos grupos, declaró:
“Ponen ‘mañana me voy a quitar la vida’. Y todos responden ‘¿cómo lo vas a hacer?’. Se genera una normalización del suicidio. Las redes sociales tienen una gran influencia sobre todo en niños.”
Esta normalización es sumamente peligrosa. El estudio titulado Efectos de la exposición a la autolesión en las redes sociales encontró que los jóvenes expuestos a contenido relacionado con autolesiones experimentaron un aumento en la ideación suicida y una mayor probabilidad de lastimarse un mes después de consumir tal contenido.
Aún peor, la teoría del “contagio suicida” sugiere que la exposición a información de un suicidio en una comunidad podría incrementar el riesgo de suicidio entre personas vulnerables, particularmente entre los adolescentes.
Antes, los casos de suicidio permanecían relativamente ocultos fuera del círculo familiar. Hoy, estas tragedias se difunden en tiempo récord en las redes sociales. Aún más grave, algunos menores optan por transmitir su suicidio en línea. En 2020, una adolescente mexicana de 15 años se suicidó en una transmisión en vivo en Facebook. Aunque muchos de los espectadores intentaron detenerla, nadie consiguió llegar a su casa a tiempo para evitarlo.
Las redes sociales suponen un problema de 4 aristas para los menores de edad:
Primero, el algoritmo de estas plataformas altera el balance de los sistemas de placer de los usuarios, lo que puede causar adicción. Segundo, el contenido al que están expuestos podría ser inadecuado para los menores. Tercero, ese contenido podría promover conductas extremas en los adolescentes. Y, por último, sus filtros de seguridad no son capaces de prevenir el contacto entre las infancias y potenciales depredadores sexuales.
Hay un quinto problema que podría no parecerlo. Las redes sociales no son absolutamente negativas. Como muchas de las nuevas tecnologías, también tienen beneficios, entre ellos la conexión social, el entretenimiento y el aprendizaje.
Esto, en la práctica, significa que los padres no pueden simplemente prohibir su consumo, como harían, por ejemplo, con la pornografía, el alcohol, y el tabaco. La regulación parental es clave. Los padres tienen la enorme responsabilidad de vigilar el contenido al que sus hijos están expuestos, de proteger su privacidad, de restringir el contacto con desconocidos y de monitorear el tiempo que pasan en estos dispositivos .
Sin embargo, no es lo único que se debe hacer. El estado tiene una responsabilidad, quizá mayor, que ha optado por no asumir: exigirle a las empresas de redes sociales cambios significativos en su funcionamiento para minimizar el peligro al que los menores están expuestos.
La prioridad de las empresas de redes sociales es incrementar sus ganancias, no proteger a las infancias. El estado no puede solo esperar a que estas corporaciones hagan cambios por sí solas. Deben intervenir tal como muchas naciones desarrolladas están haciendo actualmente.
Diversos países europeos han promulgado en el último año leyes que aumentan la responsabilidad de las empresas sobre el contenido en sus plataformas. Algunas de estas medidas incluyen la regulación del uso de los teléfonos inteligentes en las escuelas. Bélgica prohibió el uso de smartphones en más de 370 institutos para estudiantes hasta los 12 años, Francia estableció una política de no uso de teléfonos durante el horario escolar en 180 escuelas secundarias, y Grecia está prohibiendo estos dispositivos en todos los institutos del país.
Australia también está adoptando medidas drásticas. En noviembre de 2024, aprobaron una legislación que establece los 16 años como la edad mínima para usar redes sociales:
“Para demasiados jóvenes australianos, las redes sociales pueden ser dañinas”, comentó Michelle Rowland, la ministra de Comunicaciones. “Casi dos tercios de los australianos de entre 14 y 17 años han estado expuestos a contenido extremadamente perjudicial en línea, incluyendo abuso de drogas, suicidio o autolesiones, así como material violento.”
En Estados Unidos se han presentado cientos de denuncias contra Meta, Snapchat, TikTok y YouTube, incluyendo una demanda histórica interpuesta por 40 estados de la Unión Americana y el Distrito de Columbia contra Meta, por sus efectos adversos y adictivos en los menores.
Sin embargo, aunque estas medidas de prohibición son un avance, no solucionan el problema de fondo: el hecho de que la tecnología detrás del algoritmo de las redes sociales crea un ecosistema tóxico para los menores de edad.
En julio de este año, el Senado de Estados Unidos aprobó una propuesta de ley llamada KOSA (Kids Online Safety Act), que aborda este problema. Tal legislación obligaría a las empresas a limitar algunas características adictivas de sus plataformas, como permitir que los menores consuman contenido no recomendado por su algoritmo, y restringiría el acceso a sus datos personales para evitar la publicidad dirigida a los niños.
Otra parte importante de KOSA implica la imposición de un “Deber de Cuidado”, que exigiría a estas empresas implementar las medidas necesarias para prevenir y mitigar los peligros que enfrentan los niños en sus plataformas, tales como la explotación sexual, el ciberacoso y la aparición o intensificación de los trastornos del estado de ánimo.
KOSA fue aprobada por una abrumadora mayoría, 91 votos a favor y 3 en contra, lo que ha alimentado la esperanza de que se convierta en ley a la brevedad. Sin embargo, esto no garantiza que esta regulación tenga efecto en México o el resto de la región. De hecho, lo más probable es que solo los usuarios estadounidenses se vean beneficiados.
El gobierno mexicano debería asumir su deber de salvaguardar la seguridad de las infancias mexicanas. Para ello, tendría que desarrollar y aprobar una legislación similar a la Ley KOSA, y posteriormente iniciar acciones legales contra las empresas que no acaten la ley.
Es necesario hacerlo. Las empresas tecnológicas ya han dejado claro que no harán los cambios por su propia cuenta, aun cuando esté a su alcance hacerlos. Hace falta que los gobiernos tomen acciones legales serias para que estas plataformas respondan en consecuencia. Australia aprobó la Online Safety Amendment Bill 2024, el Reino Unido promulgó la Online Safety Act, y Europa hizo lo propio con la Digital Services Act.
¿Cuándo será el turno de México y América Latina? ¿Necesitamos más niños deprimidos y suicidios entre nuestros adolescentes? ¿Más infancias a merced de explotadores sexuales? ¿Más niños aislados y adictos a sus dispositivos?
Me parece que no. En una sociedad funcional, solo la vida de un niño debería ser suficiente para hacer cambios. Ya tuvimos suficiente.